Retazos de NECN (III)
El premio que no llegaba…
En 1993, el festival constaba de dos fases, pasamos a la final y el jurado finalmente se decidió́ por premiar al grupo de Montes. Fue la primera de una larga serie de frustraciones; quedamos en segunda posición de casi todos los certámenes hasta que, bastantes años más tarde, Enna consiguió́ el premio al mejor montaje con “El Túnel”. Hasta entonces nuestras obras había
sido nominadas SEIS veces como mejor montaje, algunos cursos por partida doble. Además, recibíamos numerosas nominaciones y premios para actores y actrices, pero siempre nos quedábamos sin el premio más importante, el del mejor montaje del festival, pese a que los demás grupos nos consideraban favoritos. El cincuenta por ciento (o más) de los premios y nominaciones recaían sistemáticamente en No Es Culpa Nuestra. Recuerdo una fiesta de entrega de premios en la que los organizadores parodiaban a nuestro grupo como si fuésemos una mafia millonaria, capaz de conseguir el montaje más espectacular a base de dinero.
Efectivamente, para 1995 aproximadamente, éramos el punto de referencia para todos los demás grupos de la Politécnica. Nuestra hegemonía económica y artística era indiscutible. Teníamos un patrimonio envidiable, gracias a los esfuerzos realizados los años anteriores.
El material: la ampliación del escenario, los bastidores de madera, la primera mesa de luces…
Para “Hoy es Fiesta” íbamos a necesitar algo mucho más serio que para Dios. Teníamos una modesta subvención de la Universidad destinada a sufragar los gastos del montaje. Creo recordar que eran 80.000 pts. Podíamos alquilar material, pero nos planteamos que la mejor manera de construir un futuro era comprar cosas poco a poco. Nos gastamos todo el dinero en un vetusto cuadro de luces de segunda mano, con salidas para lámparas fijas, y una salida regulable de 500 W más un par de focos de haz variable. Una auténtica maravilla. Siempre nos quedó la duda de si el tipo que nos vendió el equipo nos engañó. Se llamaba Vicente Aranda. Cuando lo vimos en persona nos dimos cuenta de que no se trataba del director de cine.
Con tres metros de fondo no era posible realizar una escenografía basada en tres terrazas a diferentes alturas y con quince actores en escena, y nos inventamos la “ampliación del escenario”. Encargamos a un herrero unos módulos metálicos de 2×1 y compramos unos tablones. Conseguimos un metro más de fondo. Cuando colocábamos las ampliaciones era necesario desmontar la primera fila de butacas, para lo cual contábamos con la impagable ayuda del equipo de mantenimiento de la escuela, con el entrañable señor Antonio. La pistola de grapas era una herramienta cotizadísima, y me aficioné a subir a la escalera modular de aluminio, que todavía existe…
Creo recordar que las ampliaciones nos costaron alrededor de 30.000 pesetas de la época. Hacía tiempo que habíamos agotado nuestro presupuesto, y necesitábamos unas 100.000 pesetas más para poder sufragar el resto de gastos de ese año. Nos vimos obligados a ponerlo de nuestro raquítico bolsillo de estudiantes, y entonces aparecieron algunas personas como Miguel Angel Valero (“Pi”), quien tenía algunos ahorrillos de su época televisiva, e hizo de particular mecenas. Durante un año o más mantuvimos una deuda que nos permitió lanzarnos hacia el futuro.
Las cuotas de socio y la participación en la organización de San Teleko del año siguiente (1993) nos permitió sanear completamente nuestra economía. En esto, una vez más, tuvo una importancia fundamental Javi Abellán, que convirtió el grupo en una máquina de generar dinero.